reposa tu garra en mi cuello
la voz, cortada
cae sobre el parquet
entre los cuerpos fríos
de nuestros días encajados
enroscados los ojos
hasta reconocer tu nuca
con las yemas de mis dedos
beber un sorbo
el último
tiñiéndome la lengua
con tus colores
tu paisaje
enfermo de matices
desplegándose sobre el cuero
de mi sofá
y mis pájaros
sobrevuelan tus valles
hasta que mueran las flores
y se vuelvan a marchar
para esperar
bajo el marco de la puerta
viéndote anochecer.