En realidad no me sorprende.
De (más) pequeña no imaginaba el gris cubriendo el cuerpo adulto, pero sí la curva de sus espaldas me atemorizaba, aunque sólo fuera un poco. Tan altos y tan pequeños. ¿En qué me convierto?
Lo pienso.
Quizás se trate de una deformación (me respondo). Porque de (más) pequeña yo encajaba perfectamente dentro de mi cuerpo. No había huecos, vacíos, corrientes de aire gris en la memoria; (bueno, de acuerdo, tampoco es aconsejable tapiar ventanas, me digo).
Sí, es más, yo recuerdo que al crecer lloraba muchísimo. Las huesos se estiraban y mis piernas con ellos.
Y me digo que...
Cuando era (más) pequeña, siempre quise ser (menos) mayor.