21 de marzo de 2008

Tren.

Junto a la ventana veía el mundo como algo ajeno, abalanzándose sobre ella como una corriente de agua, ahogándola. Se retorcía un mechón rubio, y sus pupilas apuntaban vacías al escenario que latía tras el cristal. Con torpeza se revolvió sobre el incómodo asiento, golpeándose sin querer con la rodilla de su compañero de viaje.
- Lo siento - se disculpó avergonzada.
- Tranquila. Está bien. - su voz era suave y pausada, como un acogedor mar en calma - Parece que debe hacer frío ahí fuera, ¿verdad?.
Ella lo miró, devuelta a la realidad del vagón por su voz casi hipnótica. El flequillo le cubría el ojo izquierdo. Su ojo derecho era de un precioso color gris. Sus facciones eran como suaves pinceladas sobre un lienzo virgen. El cuerpo reposaba sobre el sillón en una especie de simbiosis; su respiración marcada por el sube y baja de su pecho, le recordó al ruido de las olas trepando por la orilla. 
Le sonrió en un gesto cálido, provocando en ella un ligero rubor. 
El chico se llevó la mano a la cara y se retiró el flequillo en un gesto casi imperceptible. 
Ella vio entonces como brillaba, azul, su ojo izquierdo. Lo miró asombrada, como si buscara la respuesta de un enigma. Su expresión se mantuvo estática durante unos segundos, mientras él restaba líquido sobre el asiento, regulando el oleaje con su respiración.


Liberó el mechón de pelo, que cayó rizado sobre su tostado hombro.

- Sí...- balbuceó la chica al fin - Aquí se está mejor.




1 comentario:

àrid absurdalah dijo...

me gusta este nuevo aire.