la vida, la vela
encendida de rabia
azulada de frío
me quemó
empezando por las muñecas
devorando, escupiendo
salí de la casa subida al viento
a la tos del tiempo
al miedo y a la falta.
La niña, de espaldas
queriéndome matar
con la voz aguda
estridente
como agujas clavadas
en los brazos
y el abrazo.
¡que ya no te quiero!
mentirosa.
que ya no te quiero.
Con su falda descosida
y el recuerdo partido
se va, odiándome
por haberme vendido
y aceitosa
guardarla
¿verdad?
En cada respiración
golpea desde dentro
¡asfixia!
me dice
¡ASFIXIA!
qué palabra tan rara
y aguanta ahí.
Entre el golpe
y el grito.
Bien fuerte,
pequeña.
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