17 de enero de 2008

Constelación.

Él nacía y moría una infinidad de veces desde que empezó a existir. Su cíclica vida era una especie de carretera con doble dirección. Podía distinguir su futuro yo: su silueta, inconfundible sobre el asfalto, acercándose a una velocidad de vértigo, trayendo consigo recuerdos futuros, cruzándose en su camino, en su próxima muerte. Espíritu y alma no se distinguen dentro de una mente cambiante.
Se vio sobre su cama, la habitación daba vueltas. Le era desconocida, pero no se extrañó. Era un hecho que se repetía con bastante frecuencia. Le gustaba vivir en su pequeño mundo mutante.
Las paredes resbalaron, descubriendo nuevas paredes. La cama empezó a gotear. Notó como la espalda se mojaba, produciéndole escalofríos. Abrió los brazos convirtiéndose en una T humana. Un cristo sobre el mar que encerraba su pequeño cubículo. Alzó su pecho y respiró hondo. Las paredes de la habitación ya serpenteaban por el suelo y la cama ondeaba; chocaba furiosa contra las nuevas esquinas que se levantaban, vanidosas, cada vez más altas.
Sudaba. Un sudor de color rojo, oscuro, casi granate. Se pasó la mano por la frente. Chupó sus dedos en un gesto casi obsceno.
Flotaba sobre un mar de sábanas y cerámica. Su respiración era profunda y quejosa. Atrapaba el aire en grandes bocanadas.
La atmósfera era amarronada, sucia. Las ventanas estaban cerradas, no entraba ni una gota de luz virgen. Se reciclaba la vida dentro de aquella habitación.
Arqueó su robusto cuerpo sobre la cama ya flotante, invisible. Era como un embrión entre líquido amniótico. Su corazón latía fuera de su pecho. Lo vio colgando del techo, muy muy lejano. Rojo y brillante, contrayéndose con fuerza para explotar de nuevo en un riego sanguíneo que salpicaba los límites del lugar. Se acarició el tórax, queriendo notar la ausencia de su órgano y acabó encontrándose con otro par de manos. Se apoyaban pesadas sobre él, agarrándose a la piel, arañándola. Una descarga eléctrica le recorrió de pies a cabeza, atrayéndolo un poco más hacia este nuevo universo. Arremetió contra la puerta de un golpe, sin saber muy bien dónde se dirigía. Estaba atrapado. Notó sus caderas inmovilizadas, un peso sobre su persona vacía y temblorosa le impedía reaccionar. Flotaba. Aquellas manos amenazaban con herirle elegantemente; notó la carne abierta, llorosa, vomitando, y una enorme paz abriéndose camino entre ella. Se confundió el hedor con los colores, el sudor, las manos, la presa; se centrifugó el tiempo, embistiéndolo ininterrumpidamente. Sintió un calambre en el cuerpo que le sostenía en este mundo. En un acto reflejo por sobrevivir se aferró al presente, una curva suave y cálida sobre su cuerpo, deslizándose sobre él con gran euforia. Era parte de una maquinaria perfecta, el engranaje; la electricidad nacía de aquella fricción. Se posaba dentro de ella; haciéndola luz sobre un astro inactivo, una roca, una piedra gigante circulando sin rumbo por esta líquida habitación. Ella sobre él, atrapándolo con fuerza, absorbiendo su energía, anulándolo.
La vio, por un segundo le pareció estar viviendo en ese cuerpo resplandeciente y verse a él, inmóvil, sumiso, mirándola a ella, a sí mismo, al espejo.
Una nueva descarga lo devolvió de un golpe a su cuerpo, exhausto. El organismo luminoso se desplomó sobre el suyo. No pudo distinguir su accelerado latido del de ella. Permanecieron quietos durante unos minutos; el tiempo necesario para que la habitación volviera a materializarse. Una fina cáscara les cubrió, convirtiéndolos en fruto inseparable, dándoles sabor. La luz que ella desprendía menguó, para alimentar a los dos. Una gestación con fin prematuro.



[100th Window - Massive Attack]

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