20 de septiembre de 2008

Olas.




Con el sentido ciego
de la vista
con la memoria por retina
y un iris blanco, virgen,
rebosante de nada.

El miedo tiembla
al oír su propio nombre
con tal agonía
que empequeñece y llora
y llora, y duerme.

Tengo dos manos.
Con una, 
agarro la otra.
Y de guía un latido.

Una ceguera
de los sentidos
como pasaba tiempo atrás
cuando los callabas.

Y aún así, confieso
que me pierdo entre las dobleces
de tantas letras.


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