11 de junio de 2010

(ÉL) en su ciuda.d (sin ella)

Aspiraba, la densidad del humo. Sólo comparable con la densidad del pensamiento que, corrosivo, le arrastraba a la cama.
Cama, pequeña gran isla, rodeado del oleaje bravo embistiéndole con furia. La espuma, el sudor.
Aspiraba de nuevo. Flotaba en medio del gran azul, solo.
Quería besar, besarse, notarse cerca y dentro. Sentir el calor, el sudor, el hambre, el cabello de ella sobre su vientre.
Aspira, respira, reparte o comparte. No eran ni sus manos, ni sus brazos agarrándola con fuerza. La habitación se redondea, perdiéndose las esquinas. Los contrastes. No existen las partes y ahora es uno solo, queriendo rascar el recuerdo. El cuerpo, arqueado, sobre el suyo. Elétrico.
Arañó dentro hasta hacerse sangre. Se lamió los dedos.
Aspira, suspira, ventosas sus cuerpos.
Cerebro inservible cabalgando sobre caballos (cuerpos) desintonizados. ¿Quieres moverte?
Se metía dentro. Queriéndola descubrir. Explotar. Deshacerse dentro suyo.
El aliento, el párpado contraído sobre un rostro desencajado. El silencio fuera.
El silencio ensordeciéndolos, aún ahí fuera.
Navegaba dentro de sí mismo, sin dejar de recordarla.
Seguía sangrando. De fuera, hacia dentro; sí. Lamiendo, tragando.

La sensibilidad mutó. El contacto era, prácticamente doloroso.
Se doblegó sobre la cama. Estalló la memoria.
Estalló entre las olas. Uniéndose a la liquidez de la habitación.

Caliente. Viscoso. Exhausto.
Así murió la noche, otra vez más
solo.

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